Miguel Montoiro tiene tan solo 22 años y ya es un reconocido profesional en el mundo del adiestramiento canino. Con una clara vocación y unos principios que “no se negocian”, trabaja desde Santiago de Compostela en la corrección de conductas sin dar nunca “un caso por perdido”.
Con 19 años ya era el Secretario y miembro de la Junta Directiva de la Asociación Gallega de Adiestradores Profesionales, y se marca nuevos retos cada vez que recibe un nuevo perro en “su manada”. Su determinación lo caracteriza, y pese a su juventud, Miguel tiene las ideas muy claras y muchas ganas de innovar y cambiar las cosas.
¿Cómo empezaste en esto?
Mi hermano es veterinario y criador y eso me hizo estar en contacto con perros desde pequeño. Tenía claro que quería dedicarme a esto así que estudié adiestramiento canino profesional y técnicas de modificación conductual. Siempre me ha fascinado la psicología canina y es el apartado del adiestramiento que más me llama la atención. Desde siempre me gustaron mucho los perros de trabajo, empecé preparando perros de detección, y pronto llegaron los entrenamientos con perros de muestra y, posteriormente, los concursos. Todo esto conlleva muchos sacrificios, viajes… Entrenamos 6 días a la semana, y no me imagino haciendo otra cosa. Los perros son atletas y necesitan un plan de entrenamiento completo; no sirve solo un rato y de cualquier modo. El orden y el método son la base del trabajo. Compatibilizo esta dedicación con mis estudios en la universidad, por eso hay un día a la semana que no entreno, porque lo reservo para estudiar.
¿Cómo te fuiste haciendo un hueco en este mundo profesional?
Fue en solo cuatro años y gracias al boca a boca. Empecé con los perros de amigos y vecinos. De repente fue un “boom”: pasé de entrenar a 4 perros a tener una lista de espera. Actualmente preparo a unos 120 perros al año y desde el 2019 también trabajo con perros de concurso para otros profesionales. He tenido la suerte de rodearme de gente que me ha apoyado y que me ha hecho mejorar. Ha sido un camino progresivo, pero a bastante velocidad, y en esto una de las claves que me ha impulsado es que me gusta mucho innovar. Busco la solución adecuada para cada caso porque creo que en esto no hay una fórmula secreta. La base de todo es, indudablemente, el trabajo y la seriedad. ¿Por qué ibas a enviarle tu perro a un chico de 20 años que no conoce nadie? La respuesta es muy sencilla: primero por la formación y segundo por la seriedad. Lo cierto es que un mundo complicado. Parece que hay miedo a la competencia y a romper con lo establecido, cuando debería ser todo lo contrario. Es muy habitual recibir críticas y a mí también me ha pasado, quizás más aún por mi juventud. Como digo siempre, si molesta lo que haga un chico de 22 años que ha empezado en la competición como dresseur en 2020, es que no lo estoy haciendo nada mal. Si cuando haces algo nadie se molesta, es que no has hecho absolutamente nada. Personalmente, me gusta preguntar y saber de todo. Leer mucho, tanto nacional como internacional, hablar con gente de aquí y de allí, con más o con menos experiencia y más o menos profesionales. Creo que esa es la manera de mejorar.
¿Qué has aprendido en este tiempo, tan corto e intenso?
Lo primero es que cada perro es un auténtico mundo. De hecho, lo que más me gusta es trabajar en modificación de conductas, porque en esos casos no sirve una única metodología. Lo segundo, es que hay muchas cosas que se pueden mejorar en el ámbito del entrenamiento. La mayor parte de los casos que llegan vienen de otros entrenadores que no pudieron solucionar el problema de conducta. Hay una premisa que creo que algunos adiestradores no tienen en cuenta: hay que seguir formándose, no se puede dar nada por sentado cuando llega un nuevo perro. Creo que en esta profesión hay cierto miedo a preguntar, a decir “esto no lo tengo claro, voy a contrastar la visión que puede tener otro entrenador”. Parece que hay miedo a perder el cliente, pero esto no se puede hacer a costa del perro, de su bienestar y su futuro.
¿Qué es lo que hay detrás del lema que siempre utilizas: “la actitud no se negocia”?
Esto empezó como respuesta a unas frases que no me gustan nada, y que por desgracia se escuchan mucho. La primera es la frase de “el perro no vale”, y la segunda es la de que “el perro no va a soportar el entrenamiento”. Para mí esto no tiene cabida si quieres ser un buen adiestrador. Si el perro no funciona conmigo por una cuestión de actitud, lo primero que se me pasa por la cabeza es recomendarle que lo lleve a otro profesional. La actitud debe ser de profesionalidad, de ponerle ganas siempre, por eso resumo así mi forma de trabajar.
¿Nunca das un caso por perdido?
Nunca, nunca. Hay perros que corrigen su comportamiento en 15 días, otros en un mes. Ha habido casos en los que he trabajado durante varios meses con algún perro y, si es necesario, un año. Pero finalmente, aunque la exigencia de tiempo en algunos casos tiene que ser mayor, siempre hay solución.
¿Ha habido algún caso que te ha marcado especialmente?
Sí, hubo un caso que tuve que dar por perdido, aunque no fue por el perro, sino por su dueño. Cuando me la trajo me puso la mano en la espalda y me dijo, “si no puedes arreglarlo, no pasa nada, es un caso imposible y, si lo pierdes, tampoco pasa nada”. Justo la frase que a mí no me gusta oír y en el momento me dejó frío, quizá porque estaba en mis comienzos. Pero aún así, después de unas semanas, aquel perro funcionaba perfectamente. El caso es que cuando lo entregué, me di cuenta de que el perro lo que tenía era miedo a su dueño porque había usado castigos físicos a niveles que es mejor no mencionar. El perro no hacía absolutamente nada con él. De hecho, cuando lo fuimos a probar yo llamaba al perro y él venía perfectamente. Sin embargo, cuando el dueño lo llamó, el perro lo miró y comenzó a coger distancia con nosotros hasta situarse a varios kilómetros. Para recogerlo tuve que ir solo, ver a su dueño le producía verdadero pánico y cada vez que él se acercaba el perro se alejaba más. Quise comprarle el animal, fui muy insistente, pero no accedió. Nunca olvidaré la mirada de ese perro cuando lo metieron en el maletero para llevárselo. No es fácil denunciar estos casos, porque no es fácil tener pruebas. Es una parte triste que a veces sale a la luz en nuestro trabajo, que también existe.
Después de un caso tan doloroso, cuéntanos la historia de algún perro que tenga un final feliz.
Afortunadamente, son la mayoría. Uno que me marcó por la gran transformación positiva fue el de una perra que se escapaba, se escondía en cuestión de segundos ante la presencia de cualquier persona. Tenía pánico a la gente: no había sido socializada, no había tenido contacto con personas ni con otros perros hasta el año de edad. Para que te hagas una idea, tenía tanto miedo que se hacía pis encima. Utilicé con ella un collar de impulsos en positivo, es algo que no se ve mucho en este tipo de modificaciones, pero los resultados fueron espectaculares.
Tras el entrenamiento se convirtió en una perra súper cariñosa, que no se separaba de mí en ningún momento, pidiendo caricias constantemente. Fueron 5 meses de trabajo, pero sin duda la transformación mereció la pena: el cambio fue total para esa perra y su nuevo dueño.
¿Qué errores se cometen al educar a los perros?
Humanizar a los perros es un error típico. Otro error es no consultar con profesionales ante un caso difícil, que se pasa a dar por perdido. Parece que no hay término medio, los tenemos como si fueran hijos, o como si fueran muebles. Tenemos que concienciarnos de que el propietario es una pieza clave. Por eso siempre es necesario implicarlo en los entrenamientos. La actitud del dueño del perro es crucial para el comportamiento del animal, ya que muchos de los problemas los potencian los dueños. El 70% del trabajo es con el propietario del animal.
¿Cómo cuidas a los perros?
Yo los traigo a mi casa y los integro en mi manada. Para ello la líder del grupo, una pastor alemán hace gran parte el trabajo, es una pieza clave en el equipo. Han pasado muchos perros por aquí y nunca ha habido un mordisco, su presencia y su estabilidad mental evitan cualquier enfrentamiento. Es un perro tan equilibrado y con tanta autoridad que ante cualquier posible conflicto ella lo frena con un solo movimiento. Luego están los cuidados diarios de limpieza de caniles, y la alimentación, que es lo más importante. A veces no nos damos cuenta del papel crucial que juega la nutrición: es fundamental para el bienestar general de los perros, desde lo primordial, que es que tengan la energía y los nutrientes que necesitan, hasta para el control las deposiciones. Por eso en mi caso elijo los piensos de Canun, con los que podemos obtener el máximo rendimiento de los animales y los cuidamos por dentro. También les doy suplementos y un poco de aceite de salmón para el pelaje. Los cuido igual que cuido a los míos. Es posible que haya cuidadores que separen a los que llegan de fuera y les den otra alimentación y otro tipo de cuidados, pero no es mi caso, en casa se usa pienso Canun Invictus, Trabajo y la gama Brío y se extrema la limpieza y cepillados para todos. Me gusta que cuando los perros vuelven a casa vayan brillando, que vuelvan mejor que llegaron. Creo que es lo que se espera de nosotros y lo que marca la diferencia.
Háblanos sobre tu faceta como criador.
Me encantan los cachorros y el hecho de criar llegó de forma natural para intentar buscar un ejemplar que, realmente, solo existe en mi cabeza pero al que intento acercarme. No tengo prisa en ese sentido, puedo tardar meses y años en dar un paso para realizar una camada. Soy muy metódico analizando la genética, desde calidades de galope y tomas de punto, a simetrías y homogeneidad de colores. A veces, puedo llegar a ser bastante maniático con estas cosas. No me considero criador al uso, no me dedico a vender los cachorros, sino que yo crío para mí y para mejorar la raza. Posteriormente, cercanos ya al año, los testo y valoro sus aptitudes para la competición.
¿Por qué setter?
Fue amor a primera vista. Me encariñé con un setter y me empeñé en terner uno; me dijeron “cuídalo bien”, y me lo tomé muy en serio. A partir de ahí me fue gustando cada vez más su forma de trabajar: su clase, su elegancia, la toma de punto remontando el aire y su carácter en general. En eso el setter no tiene comparación. El pointer podría ser el polo opuesto, tiene un porte que impone: potente, vigoroso y violento en el trabajo, pero he de admitir que también me encanta y cada día más.
¿Cuál es tu sueño como adiestrador y criador?
A nivel de cinofilia, en el ámbito de la cría de perros, me gustaría ver que en España se perdiera el miedo a los concursos. En Italia, por ejemplo, hay muchas pruebas y mucha participación en exhibiciones, a todo el mundo le gusta enseñar sus perros. Invitaría a todo el mundo, ya sea profesional o no, a que exponga a sus perros. Una de las mayores atracciones de este mundo y lo que de verdad de llena de él es la gente que te rodea, a la que conoces y con la que compartes afición. La autoexigencia se practica comparando a los perros, esa es la única forma de mejorar. Un sueño personal que tengo, a diez o 15 años vista, es ganar en Campo Felice.